Atempo
No era consciente de que hacía más de tres años de mi primera visita en Atempo. Por aquel entonces, se encontraba en La Fortalesa de Sant Julià de Ramis, muy cerca de Girona. En este espacio convivía este restaurante, que pronto ganaría una estrella Michelin, con otro restaurante más informal, un hotel de cinco estrellas y el museo del artista Quim Hereu. Lamentablemente, la muerte del dueño y el relevo generacional hicieron que el proyecto no continuara.
Este pasado agosto entraba en Atempo por segunda vez, aunque la primera en su nueva ubicación en la calle Còrsega, en l’Eixample Esquerra de la ciudad condal. Quedan recuerdos vivos de esa colaboración con Quim Hereu visibles tan buen punto se cruza la puerta del restaurante al mirar a la izquierda y ver uno de sus cuadros ocupando la pared entera. No sería el último que viéramos, y es que como nos comentaría Iñaki Aldrey, chef ejecutivo del restaurante, más adelante, de La Fortalesa se llevaron dos cosas muy buenas: cuadros de Quim Hereu y el aceite de oliva!
La entrada de Atempo
Hablemos ya del presente y cómo fue en esta ocasión. El local está formado por un pasillo amplio y largo que lleva a la sala principal. En este pasillo se realizan dos paradas, la primera para probar aperitivos fríos y en la segunda, donde se puede ver la cocina, los calientes.
Empezamos por el famoso “Bloody Mary on the Rocks”. Un clásico de Jordi Cruz. No me canso de esta versión sin alcohol, pero esta vez no cometí el error de beberme tres o cuatro vasos porque llena y hay que dejar sitio para todo lo demás!
El siguiente aperitivo consiste en un salmorejo con tomates pasificados. Me faltó un contaste de frescor, por ejemplo una caballa o algo estilo caviaroli.
Continuamos con un pan de cristal, usando el almidón de la patata, con jamón. No me convenció tampoco y encontré el jamón demasiado curado.
Pasamos al gran macarrón caramelizado, un bocado que lo tiene todo. Juego de texturas crujiente y cremoso con un toque de frescor de la albahaca y ligeramente picante por el toque de kimchi. Muy bien.
Una vez en la zona de platos calientes, nos sirven el último aperitivo que se trata de una ostra a la andaluza. Fritura perfecta! Buenísimo el consomé de boletus con el toque de palo cortado que acompañaba la ostra.
Después de esto, nos acompañaron a la sala principal y nuestra mesa. Allí seguirían dos últimos entrantes y ya clásicos como son la mantequilla con el pan crujiente y caviar, así como la cánula de alga nori. De este último me llamó la atención la lima de Nueva Zelanda y sus “multi-esféricos” naturales. Es también con ese último aperitivo que empezamos a vivir la filosofía del restaurante, que es acabar los platos delante del comensal, conocido también como “Show Cooking“. Creo que es un acierto, porque hace de Atempo un restaurante muy disfrutable tanto para experimentados como una primera experiencia en un restaurante de alta cocina con menú degustación largo. No todo el mundo aguanta 2-4 horas sentado en una mesa comiendo, y el “Show Cooking” lo hace más ameno a la vez que inmersivo.
A continuación vino el pan y el famoso aceite que servían ya en La Fortalesa. Qué maravilla de pan! Uno de los mejores que hemos comido.
El primer plato una vez acabados los aperitivos fue el arroz socarrat con carabinero. Tenía unas ganas de probar este plato inmensas y tengo que reconocer que me llevé una cierta decepción. Me resultó algo pastoso en boca, si bien el carabinero estaba excelente y el alioli de azafrán quedaba muy bien.
Seguidamente, vino el gran huevo de Cheddar ahumado, sopa concentrada de cebollas caramelizadas y vainilla Tahitiá. Sensacional. Puro umami. Ese concentrado de cebolla era una delicia por sí sola, pero enganchaba muy bien con el Cheddar ahumado y las láminas de trufa que añadieron. Cuando vuelva pido dos.
Merluza al vapor de algas con su pilpil, guiso de judías y tripa de bacalao, alga codium. Palabras mayores. Una merluza en su punto, jugosa y sabrosa por sí sola, elevada al cielo con ese pilpil sedoso y el punto de colágeno que aportan las tripas. El alga codium, crujiente, hace de contrapunto y establece equilibrio en boca. Buenos los mejillones que también acompañaban el plato, saliéndose un poco de línea de sabores de los demás componentes y añadiendo un toque de dulzor.
Oca a la royal, emulsión de ajos negros, crema de calabaza asada y ajo blanco. Otro buen plato muy bien ejecutado y estético. Me gustan mucho este tipo de platos con calabaza que encaja bien.
Pechuga de codorniz, risotto de cebada y jugos de su cocción. Qué maravilla el punto de la codorniz, no había dado con ningún otro sitio que lo clavara así.
Acabamos la parte salada con un crujiente de setas y un buñuelo, inoyaki de paté de codorniz y muslo guisado con setas confitadas y Whiskey Macallan. Servido encima de un trozo de sus barricas. El buñuelo es una elaboración curiosa, de sabor delicado. Me alegré de verlo, porque había probado una elaboración similar hará ya cinco años en ABaC que aún hoy recordaba! Me gustó mucho también.
El final dulce se compone de tres pases. Un primer pre-postre refrescante que consistía en una espuma de yogur con sorbete de menta, pepino osmotizado con lima, aceite de oliva y pimienta de Bataks que cumple muy bien.
Le siguió la tartaleta de paraguayo a la brasa, con un sorbete de pomelo y chocolate blanco caramelizado con tomillo limonero. Con este postre, venía también un cóctel cítrico con almendra amarga servido in situ. Un postre interesante con contrastes entre dulces y cítricos.
El último postre fue un cremoso de chocolate, helado de mucilago, cacao y aceite de oliva. Se preparaba también delante del comensal.
Por último, los petit-fours. Dos de ellos son clásicos de los restaurantes de Jordi Cruz que son el pintalabios y la tableta de chocolate.
Bebida
Siempre lo digo. Los restaurantes de Jordi Cruz son de los sitios donde más he disfrutado a nivel de vinos. De hecho, mi interés por el vino nació en ABaC hace ya cinco años. Lo dije en una publicación de Instagram y lo repito, sus sumilleres me han hecho disfrutar mucho y también aprender. Propuestas originales y personales, entendiendo al cliente, con denotada pasión y esfuerzo en cada una de sus explicaciones adaptadas a todo el mundo.
Pues esta vez no fue menos. En este caso ya íbamos con la idea de pedir una botella de tinto del Priorat como hilo conductor. Nos dieron cuatro opciones en torno al precio que habíamos dicho de límite, habiendo opciones más clásicas como un Clos Martinet a cosas más personales con “plOm” de Vins de la Memòria. Nos decantamos por este último. Un vino frutal con notas especiadas, buena acidez y un toque salino al final. Una muy buena recomendación de Xenia, pues era un vino que no invadía los platos más ligeros ni de pescado, del mismo modo que aguantó muy bien los platos de carne con demi-glaces y sabores más intensos.
También pedimos probar alguna copa que nos sugeriera. Como en el momento de comentarlo aún nos quedaban los dos aperitivos en mesa y el siguiente plato era el arroz socarrat, nos ofreció una copa de un vino blanco de Cádiz llamado El Muelle de Olaso, de bodegas Luis Pérez. Un vino muy gastronómico y que maridó muy bien.
Con los postres nos trajo un vino dulce natural de pinot noir llamado Bassus de Bodegas Hispano-Suizas. Notas de lichi, melón, fresa y más cuerpo en boca de lo que parecía en nariz. Muy interesante.
Ya con el postre de chocolate, nos sorprendió con una cerveza negra (Pastry Stout) con chocolate de BdeBestial. Afinidad total y como fan de la cerveza me pareció un final redondo.
Reflexiones
Iba con la expectativa de pasármelo bien en Atempo, pero no esperaba el nivel de disfrute que viví. Recordaba mi primera visita como una muy buena experiencia, si bien no al nivel de emoción que sentí esta vez. Como se puede ver, pocas cosas podrían haberse mejorado en esta ocasión.
Y es que cuando todos los platos de un recital así gustan, además de otros factores importantes como la bebida, el personal y espacio, uno sale muy contento.
Esta visita no ha sido un “check”. Atempo pasa a ser uno de los restaurantes con estrella de Barcelona donde más he disfrutado y miraré de volver a medida que cambie la carta. Muy recomendable.
Precio
El menú degustación costó 150€ por persona. Con todo lo demás salimos a 482€ (241€ por cabeza). Me pareció muy razonable para el nivel de platos que se habían servido y es un factor más que hace que quiera y pueda plantearme volver.
En Atempo podríamos haber salido perfectamente a 175€ por cabeza más o menos. Había vinos de todos los precios y lo comento porque a veces hay el miedo (en algunos casos con razón) de que solo se encontraran botellas de precios altos. No es así.
Relación calidad-precio muy buena para tantos pases y elaboraciones.