Compartir de forma honesta mi opinión sobre toda experiencia gastronómica que tenga. Sea en un restaurante, una degustación, feria o cocinando en casa.

La misión

La motivación detrás de “De plato en plato”

En primer lugar, creo firmemente que escribir es una manera de asentar las experiencias y conocimientos que uno va viviendo y profundizar libremente en ello. Quienes me siguen en instagram estarán acostumbrados a mi desfile de instastories de plato en plato sobre los restaurantes que visito o lo que preparo en casa. Sin embargo, este tipo de publicaciones suelen carecer de contenido más allá de lo visual. No suelo escribir mucho en ellas, principalmente porque el espacio es muy limitado. Si hiciera posts, ocurriría lo mismo.

El segundo, es que me gusta compartir mis opiniones sobre los sitios que visito y lo que pruebo, y por las interacciones que he tenido en mi día a día, sea por redes o en persona, veo que gustan, se aprecian y hay quienes me piden recomendaciones. Incluso gente fuera de mi círculo me dice de ir a cenar o avisarle si monto “algún plan de los míos”, lo cual me encanta!

Por último, quiero compartir desde la mayor sinceridad y respeto mi honesta opinión sobre aquello que pruebe. Desafortunadamente, en los últimos años han proliferado perfiles de “foodie influencers” de dudosa credibilidad y en depende qué lugares como Barcelona encuentro que cuesta encontrar luz ante tantas sombras. Yo voy a hablar de lo bueno y de lo no tan bueno. Creo que, siempre con respeto y fundamentos, es posible.

Sobre mí

Esta es esa sección de un blog sobre gastronomía donde uno empieza hablando de lo mucho que le apasiona el comer desde que uno tiene razón de ser. Siendo la sinceridad uno de los pilares de mi blog así como manera de ser, tengo que reconocer que, en mi caso, esto no fue así.

Mis inquietudes gastronómicas eran nulas durante mis primeros años de vida, rechazando cualquier plato que se saliese de lo que yo consideraba aceptable (siguiendo una lógica aún desconocida).

Por suerte, para mí, todo esto no tardó en cambiar. Después de años de insistencia, un día mi yaya catalana me convenció para que probara los canelones, un momento para el recuerdo. Aquí aprendí que hay que probarlo todo, aunque uno no esté acostumbrado o tenga dudas. Por suerte, lo hice a una pronta edad.

Mi yaya gallega no fue menos, con su memorable empanada de carne que abracé desde el día cero y bandejas de tres pisos de gloriosas croquetas que hubieran alimentado regimientos enteros. No hablemos ya del acto casi religioso que suponía sentarse en familia a esperar El Cocido. Aprendí que la comida es un elemento de unión, un acto de generosidad y afecto hacia los demás.

Siguiendo por mis raíces gallegas (siempre digo que es la mejor herencia que tengo), en Galicia, en una aldea de exactamente 4 casas, con nuestros propios huertos y animales, desde gallinas hasta vacas, aprendí a valorar y respetar la importancia del producto y el famoso “menos es más”. La mejor tortilla que he comido fue la que coseché yo mismo las patatas y usé los huevos de nuestras gallinas.

Gracias a estos sucesos, y por ende a mi familia, se generó un interés que solo ha hecho que ir in crescendo, siendo los últimos años de universidad otro momento determinante al tener la suerte de dar con amigos excepcionales, que además compartían motivaciones similares a las mías cuando a gastronomía se trata. Con ellos me adentré, y sigo haciéndolo, a muchos restaurantes, nuevos tipos de cocina y, incluso, viajes puramente gastronómicos.

Podría seguir recordando sucesos y hechos que han hecho de la gastronomía una inquietud permanente para mí, pero pararé a tiempo para evitar una espontánea biografía y usaré lo que he aprendido para transmitir mis opiniones de plato en plato.